Extraño a mi novia, duermo con su remera
para tenerla en mi cama, pero tengo sueño y ahí vuelvo a tener presente que
ella no está. Hay algo en mi garganta, que quiere salir, que quiere pasar, no
hay vaso de soda que lo baje, nunca supe como gritar, no me gusta vomitar. Quiero
terminar la escuela, quiero dejar de fumar, quiero que la marihuana me cure, no
que no me deje hacer crucigramas. Quiero dejar de sentirme una pelotuda, una
pelotuda que necesita una Quilmes y un Lucky en la mano para sentirse piola.
Laura dice que no tengo personalidad, que tengo una patología con recibir
atención. Yo vuelvo a pensar que soy una pelotuda.
Pienso, quiero, siento pero no hago nada.
Tengo un presentimiento que me dice que soy algo que si explota no va a poder
parar, pero el único fuego que tengo es el del encendedor. Estoy atada porque
tengo miedo de saber de que soy capaz, de que cuando abra los ojos nadie me va
a poder parar, que me voy a convertir en lo que temo, lo que me da escalofríos
es la felicidad. Soy alguien que no se banca la felicidad, la felicidad se
construye y yo no hago más que fumar, fumar y comer. Como y me dicen que “tengo
que hacer algo por mi cuerpo”. Me exigen que vuelva a pesar lo que es necesario
para pesar en los ojos de los demás. No entienden que me gusta que no me suba
el pantalón de cuando tenía 14 años. Me gusta comer y que esta llegue a mi
cuerpo.