Tengo que tener contacto de tercer tipo con el Martín Fierro, tener mi paseo anual por el consultorio de Maricel (mi arregla dientes), llevarla a María Juana a hacerle curar su naricita, terminar de rayar fotocopias, superar el síndrome de la hoja en blanco y otra vez empezar la monografía, caminar hacia el taller de dibujo, terminar de poner monona mi habitación y así eliminar el impulso de querer abrir las rejas de la ventana con rayos X, volver con la orgásmica costumbre de leer un capitulo antes de dormir y apagar la televisión, no dejarte que aparezcas cada vez que cierro los ojos o entre líneas (¡sí, sos más linda que el licuado de kiwi con banana, pero necesito concentrarme!).
12 desayunos, 288 horas, 17.280 minutos, es mi capital y lo que falta para ver como tu nariz se frunce cuando te reís.
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